Cuando Ducati presentó su primer bicilíndrico en V en 1971, la 750GT, la moto fue un éxito rotundo. Gracias a su carismático motor, manejabilidad y diseño, sentó las bases de muchos de los modelos más emblemáticos de la firma italiana. De hecho, la 750 es la misma motocicleta que dio a Ducati su victoria dominante por 1-2 en el Imola 200 de 1972.
Para 1973 teniendo en cuenta que las marcas (sobre todo los japoneses) tendían a aumentar la cilindrada de sus modelos, Taglioni decidió aumentar la cilindrada del 750cc a 860cc y presentar en el Salón de Milán el nuevo modelo. Las expectativas del público no podían ser más altas cuando la 860GT llegó a los concesionarios. Mucho más que un simple lavado de cara, la moto introdujo una serie de cambios, como un nuevo motor, un bastidor rediseñado, encendido electrónico, así como cambio a la izquierda y manillar más ancho. Aunque un par de carburadores Dell'Orto de 32 mm y un juego de escapes Lafranconi más silenciosos se tradujeron en una potencia modesta (65 CV), el par motor a medio régimen mejoró mucho en comparación con la 750GT, lo que la convertía en una moto mucho más rutera gracias a ello y su nueva posición de conducción. El peso en vacío rondaba los 229 kgs.
A pesar de todo lo que prometía el 860GT, su estilo polarizador dividió a los compradores potenciales. La estética angulosa de Giugiaro funcionaba bien en el mundo del automóvil, pero no acababa de trasladarse a un diseño sobre dos ruedas. Las líneas duras, el depósito cuadrado y el colín ascendente contrastaban con la 750GT, y las ventas se estancaron hasta 1975.
En 1976, Ducati lanzó un modelo renovado conocido como 860GTS. Además de un depósito más curvado y rediseñado, la moto incorporaba arranque eléctrico, instrumentos Smiths, horquilla Marzocchi y doble disco Brembo. Esta última si se cotiza mucho más como moto clásica que la versión GT.
A continuación, puedes descargar y leer la prueba publicada en la revista Solo Moto número 3 de 1975.