Marcas y modelos

Actualmente una de las motos más icónicas de Honda y con mayor revalorización en el mercado como moto clásica es la RC30. A finales de la década de los 80, cuando la competencia empieza a destacar, Honda sale y deslumbra en el mercado en 1988 la moto más revolucionaria y deportiva de su historia. La nueva VFR 750R o conocida inicialmente en EE.UU como RC-30 se convirtío en la auténtica reina de las deportivas de finales de los años 80. Se trataba de una réplica casi exacta de las RVF750 de carreras. El chasis de aluminio y subchasis también de aluminio desmontable, al igual que las fibras eran prácticamente iguales a las motos de competición y el motor con distribución por cascada de engranajes y sus bielas de titanio eran una verdadera joya de ingenieria.

Cuando se introdujo el nuevo Campeonato del Mundo de Superbikes en 1988, Honda tuvo un problema, ya que su exitosa RVF750 de carreras de resistencia (no la RC45) no podía competir. Así que se propusieron crear una nueva moto de carreras de gama alta, homologada para la calle y de edición limitada, produciendo el número mínimo de unidades necesarias para cumplir las normas de homologación. Sabiendo que sólo tendría que producir un lote relativamente pequeño de máquinas, Soichiro Honda quería utilizar el nuevo modelo para demostrar de lo que era capaz su departamento de competición. El resultado fue una leyenda de la competición que no escatimó en gastos y que rebosaba de características anteriormente reservadas a las máquinas de pista. La RC-30 ganó la gran mayoría de las carreras de motos derivadas de serie en el mundo y fue la ganadora de las dos primeras ediciones del nuevo campeonato del mundo de Superbikes. Disponía de un kit de carreras que elevaban considerablemente sus escasos 118cv que daba de origen. Existía el kit base que eleva la potencia a 122CV y el Kit TT F-1 con el que se alcanzan más de 133 CV a 12.500 rpm (según Honda 140CV). No obstante este ultimo kit era exclusivamente profesional y costaba la friolera cifra de casi 2.000.000 de pesetas (120.000 euros de la época), nada que ver con el coste de 250.000 pesetas del kit base. El precio de la moto standard salida del concesionario, era de 2.100.000 pesetas en España en el año 1988.

El corazón de la RC30 dispone de un motor V4 de 748 cc y 90 grados, refrigerado por líquido, con cuatro válvulas por cilindro, doble árbol de levas accionadas por engranajes, bielas de titanio, pistones forjados de dos segmentos en lugar de los 3 de la "F", una relación de compresión de 11,0:1 y un orden de encendido "big bang". Asociado a una transmisión de seis velocidades, el sofisticado V4 desarrollaba 118 CV a 11.000 rpm sin el kit de carreras mencionado anteriormente. La VFR750R tenía el mejor peso en vacío de su clase de solo 180 kgs. Su desarrollo con un escalonamiento super cerrado disponía de a una relación de transmisión increíblemente alta, alcanzando los 130 km/h en primera marcha.

La RC30 confía sus suspensiones al fabricante japonés Showa, totalmente ajustables en ambos ejes: horquilla telescópica de 43 mm delante y monoamortiguador de aluminio Pro-link detrás. La frenada corría a cargo de un par de discos flotantes de 310 mm mordidos por pinzas Nissin de cuatro pistones delante y un disco trasero de 220 mm mordida por una pinza de doble pistón. Los deslizadores de la horquilla de la moto también permitían que las pinzas delanteras permanecieran en su sitio durante los cambios de rueda, una característica que, al igual que el basculante monobrazo PRO ARM, nació de la competición para realizar paradas en boxes ultrarrápidas.

A continuación puedes leer la prueba de Augusto Moreno de Carlos que publicó la revista Motociclismo nº 1056 de 1988.

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RC 30 1988